Silencio a media luz.
Afuera el canto de los pájaros y el sonido del tráfico amenaza con aumentar.
Tú al lado mío revolviéndote en medio de la cama. Tu cabello enmarañado bruñe con los primeros rayos de sol.
Acaricio tu mejilla, tu cabello; Te abrazo y tú más dormida que despierta sonríes y me das los buenos días.
Todo comenzó en la terraza de un restaurante tomando café al anochecer.
Nosotros platicando- fumando-riendo y yo temblando de frío.
Caminamos por el boulevard hacía aquel bar en el que nos adentramos en una efervescente plática enfrascada en conocernos un poco. Contentos hablamos y yo destapando mi persona haciéndote reír a más no poder. Pareciera que nos conocemos de mucho tiempo y seguimos Haciendo divertida la velada.
Cuan diferentes somos, nos separa un inmenso abismo pero la pequeña línea que nos toca es irremediablemente irresistible. En este momento no existe nada más. Qué alegría me invade al bailar tan lleno de energía.
Eres tú una de las personas más complicadas que he conocido y la extraña más dulce que jamás encontré. No sé como expresar el sentimiento inexorable en el que estuve sumergido todo el tiempo, cayendo trépidamente en una algarabía tan inexplicable que me sumerge aún en el olor de tu cabello, en el calor de tu abrazo y tu voz que me transporta sutilmente a una magia a la vez familiar. A tu dulce mirada sumergida en un letargo inconsciente al reír con frescura.
Tu boca mi centro de atención. Un vaivén hipnotizante. Salimos, entramos y bailamos esperando un show que no se presenta hoy. Y tú repitiendo una y otra vez que este lugar siempre se llena.
Por fin huimos entre risas del lugar. Caminamos despacio, sin prisa. Tu cabeza en mi hombro, tu mano en la mía.
Nos abandonamos un momento bajo las sombras de la calle oscura y después de unos segundos que parecen eternos nuestros seres se conjugan en una comprensión total e infinita; y a punto de decir algo estúpido me detengo y sonriendo te llevo a tu casa.
Ayer compartí una noche por demás rara pero dulce con aquella extraña que sorprendentemente dejó de serlo hace algunas horas para convertirse inexorablemente en mi amiga.
Afuera el canto de los pájaros y el sonido del tráfico amenaza con aumentar.
Tú al lado mío revolviéndote en medio de la cama. Tu cabello enmarañado bruñe con los primeros rayos de sol.
Acaricio tu mejilla, tu cabello; Te abrazo y tú más dormida que despierta sonríes y me das los buenos días.
Todo comenzó en la terraza de un restaurante tomando café al anochecer.
Nosotros platicando- fumando-riendo y yo temblando de frío.
Caminamos por el boulevard hacía aquel bar en el que nos adentramos en una efervescente plática enfrascada en conocernos un poco. Contentos hablamos y yo destapando mi persona haciéndote reír a más no poder. Pareciera que nos conocemos de mucho tiempo y seguimos Haciendo divertida la velada.
Cuan diferentes somos, nos separa un inmenso abismo pero la pequeña línea que nos toca es irremediablemente irresistible. En este momento no existe nada más. Qué alegría me invade al bailar tan lleno de energía.
Eres tú una de las personas más complicadas que he conocido y la extraña más dulce que jamás encontré. No sé como expresar el sentimiento inexorable en el que estuve sumergido todo el tiempo, cayendo trépidamente en una algarabía tan inexplicable que me sumerge aún en el olor de tu cabello, en el calor de tu abrazo y tu voz que me transporta sutilmente a una magia a la vez familiar. A tu dulce mirada sumergida en un letargo inconsciente al reír con frescura.
Tu boca mi centro de atención. Un vaivén hipnotizante. Salimos, entramos y bailamos esperando un show que no se presenta hoy. Y tú repitiendo una y otra vez que este lugar siempre se llena.
Por fin huimos entre risas del lugar. Caminamos despacio, sin prisa. Tu cabeza en mi hombro, tu mano en la mía.
Nos abandonamos un momento bajo las sombras de la calle oscura y después de unos segundos que parecen eternos nuestros seres se conjugan en una comprensión total e infinita; y a punto de decir algo estúpido me detengo y sonriendo te llevo a tu casa.
Ayer compartí una noche por demás rara pero dulce con aquella extraña que sorprendentemente dejó de serlo hace algunas horas para convertirse inexorablemente en mi amiga.
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