jueves, 29 de abril de 2010

Las montañas

La tarde muere y las montañas alrededor de la casa murmuran algo entre sí,
los pájaros revolotean en sus nidos, la primavera agoniza, una mujer gimotea en la t.v.

Mi correo vacío.
Mi cuenta vacía.
Mis bolsillos vacíos.

El viento sopla pasivamente, mi mujer revolotea acomodando unos cuadros. Y hablamos
de esto, de aquello.

Aborrezco el cigarro.
Aborrezco el café.
Aborrezco las noches infernales de mosquitos asesinos.

Hace mucho que el alcohol no fluye por mi sangre y estoy perdiendo algo.
Como perro domesticado miro a través de la ventana.
Necesito escribir.
De verdad lo necesito.

Y aún haciéndolo siento que pasará mucho tiempo antes de poder plasmar lo que verdaderamente quiero en mis poemas.

Tomo las llaves del auto, abro el garage. Mi mujer me pide algo, no alcanzo a escuchar que.
Prendo el estéreo. Piso el acelerador a fondo.

La brisa golpea mi cara, volteo y las montañas me miran, sonríen, susurran de nuevo algo para mí.

Y por un segundo soy libre. De nuevo.